Autor: Federico Dilla y Consuelo Sánchez-Castro
TOLEDO | 2012 | 15 x 21 cm | Primera edición | ISBN: 978-84-15352-56-3 |
P.V.P. 15 €
Sinopsis:
¿Por qué estudiamos precisamente Toledo y no otra ciudad? ¿Cuál fue el interés de los romanos en ella? Podríamos resumirlo diciendo que en Toledo hallamos el paradigma, el ejemplo, de todo estudio histórico-artístico-arqueológico, ya que en ella podemos estudiar: una ciudad situada en un territorio concreto, Carpetania, y en un país concreto, Hispania, cerrando el Mediterráneo, donde Hércules había situado las puertas del mundo; una ciudad a la que vemos desarrollarse y que siempre fue la capital de la civilización que tocaba; una ciudad que sin salir de su casco urbano controló el mundo para convertirse en un Imperio; y, por último, una ciudad que todos quisieron tener y llegó a albergar varias culturas al tiempo. ¿Cuáles son las diferencias de lo que hemos citado con Roma? Comprobamos que tan solo le separaron diez siglos de diferencia.
La genialidad de César está, como lo vio el gran historiador Mommsen, en percibir que, después de dominar Hispania y Galia, el problema clave para la “imperialidad” de Roma estaba en la mayor o menor posibilidad de absorción del mundo germánico. Aquel mundo “remoto”, de gentes distintas, que algunos snobs (también los había en la Urbe) empezaban a considerar como bello paraíso de la libertad. De los cuatro puntos cardinales de la rosa de los vientos que centra la ciudad de Roma, Oriente era un incentivo; el Sur, un peligro —que se llamó Cartago—; Occidente, un límite; el Norte, una gran interrogación, por no decir una grave amenaza, tan grave, que de ella vino la destrucción. Pero esta destrucción le llegó “desde dentro”, porque Roma hizo todo lo que pudo para incorporar la Germania a su dominio. “Este engrandecimiento geográfico que abrió la expedición de César más allá de los Alpes —escribe Momnsen— fue un inmenso suceso histórico, comparable al descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón. Los pueblos del norte y del centro de Europa entraron en el sistema de los Estados mediterráneos. Por eso la Europa occidental es romana, por esto la Europa germánica es clásica, y los nombres de Temístocles y de Escipión suenan en nuestros oídos de otra manera que los de Asoka y Salmanasar; y Homero y Sófodes no son, como Kalidasa y los Vedas, curiosidades para botánicos literarios, sino que florecen en nuestro propio jardín. Ésta es la obra de César.”
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